Imagina un bote de remo avanzando a buen ritmo por un río. Cada remero mueve su remo con fuerza, al mismo tiempo y en la misma dirección. El bote avanza recto, firme y sin resistencia interna. Pero ¿qué pasaría si, de repente, uno de los remeros —mal sincronizado— comienza a remar en sentido contrario? El ritmo se rompe. El avance se desacelera. El bote se sacude, pierde eficiencia… incluso puede dañarse. Esa escena es una metáfora perfecta para entender lo que ocurre dentro